...comprar un terreno en Folégandros

En mi último buceo entre cartas y fotos del pasado me he encontrado con una lista de cosas que Platero y yo teníamos pensado hacer... incluso tenían fechas...
“Comprar un terreno en Folégandros” ... fecha prevista para el verano del 2004...

Folégandros es una pequeña y árida isla de las Cicladas en el mar Egeo y que según la leyenda debe su nombre a uno de los hijos del mítico rey Minos de Creta.
Desconozco en que se habrá convertido la isla en estos últimos diez años (que según me han dicho ha “evolucionado”), pero por aquel entonces a nosotros nos parecía el paraíso. Tenía una conexión bastante irregular con otros puertos cercanos y como consecuencia acudíamos a la lejana y pequeña isla solo viajeros sin calendario en búsqueda de tranquilidad, discreción y naturaleza. La isla solo disponía -para los turistas- un par de hoteles, y algunas habitaciones en casas particulares, un camping, una pequeña oficina de correos que hacía a la vez de banco, tres o cuatro restaurantes que hacían a la vez de bar por la noche y ninguna gasolinera. Como consecuencia los medios de desplazamiento motorizados eran escasos y caminar los 4km entre los dos pueblos de la isla (el puerto y la capital) era algo que hacíamos a menudo... (nuestro alojamiento estaba en el puerto, mientras que todas la “actividad se desarrollaba montaña arriba en la capital).
En la “plaza” central, colgada en una pared, había una pizarra en la que habitantes y turistas dejabamos mensajes de todo tipo convirtiendo en realidad la sensación que todos los allí presentes éramos parte de una gran grupo de amigos en vacaciones.

Recuerdo una joven belga (guapísima por cierto) que se había convertido en una de las pocas habitantes permanentes de la isla... Anieta tenía una “vinoteca” en un minúsculo pasillo en el sótano-cueva de una casa vieja. La carta de vinos era un cuaderno de colegio de esos con la tapa azul en el que iba pegando las etiquetas de las botellas y a mano, con lápiz escribía por debajo el precio. Más que un bar ella te ofrecía pasar una tarde-noche en su bodega particular y “clandestina” bajo la tolerancia de la gente local. Nos contaba que en invierno -cuando apenas quedaban en la isla un puñado de habitantes- ella se dedicaba a la traducción de libros que le encargaban desde una empresa belga y/o escribir libros y poemas que pensaba publicar algún día. No puedo evitar preguntarme de vez en cuando si sigue allí o si algún impulsivo amor veraniego u alguna otra circunstancia la hizo volver a otoños e inviernos más ruidosos y civilizados...
Nosotros por nuestra parte estábamos totalmente embrujados por la belleza salvaje de aquella isla, sus noches iluminadas solamente por las estrellas y la luna, el hacer libremente nudismo en cualquier playa, hablar con todo el mundo con naturalidad y nos prometimos volver todos los veranos y... hacerlo siempre juntos...

al dejarlo el año siguiente ya no hemos vuelto... ni él ni yo.
(A raíz de un comentario que me dejó AntWaters en limetia III ... )... me doy cuenta que este es un lugar que he perdido a causa de una ruptura...
... -la verdad- no tengo muchas ganas de recuperarla y vovler a Folégandros... tanto por no romper aquella promesa –aunque ya no tenga sentido- como porque no me gustaría ir y descubrir otra isla con una gasolinera en la parcela que pensábamos comprar.

En el bar de Anieta sonaba solo música griega “zen” y tengo el recuerdo de estas canciones sonando mientras –con una copa de vino- hablábamos con ella
 

Elefthería Arvanitaki : Kyma to Kyma (Ola tras Ola)
Se aligera el cuerpo
en el sueño ingenuo
Y el desierto se llena de conchas
Inesperadamente te has colado
por la grieta de mis sueños
Y un cuerpo de ángel
se enrosca alrededor de mi

El aura de los sueños nos une
Ola tras ola la piedra se derrite

esta otra de Thalassa...
y mira que le gustaba Stamatis Spanoudakis que sonaba constantemente casi toda su discografía